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sábado, 8 de noviembre de 2008

Los recuerdos cautivados



Nuestros recuerdos son una oleada perturbadora que se bloquea o persiste conforme a su importancia, gravedad o futilidad. Cada uno de ellos se mantiene, destrozando los momentos presentes, los cuales no cobran importancia hasta que se vuelven recuerdos.
¿Acaso nosotros aprendemos algo de estas extensiones del pasado? Tal vez, pero pocos son los que lo hacen. Así que lo único que considero una creencia valiosa, aún más allá de un Dios, un Demonio o de un título universitario es que, lo único que poseemos en nuestra totalidad, con una desbordante individualidad, son nuestros recuerdos.
Ellos no son lo que somos, sino que son eventos recreados de acciones del pasado, un circuito de imágenes insondables que no podemos cambiar, sin importar la habilidad mental que poseamos. Sin embargo, al sentarnos a analizarlos descubrimos toda clase de puntos de vista e intenciones escondidas debatiéndose sus observaciones, para alcanzar su puesto principal en nuestra memoria.
Hay un punto en el que la consistencia de algunos recuerdos es rebasado por las experiencias posteriores, lo que luego puede tornarse un problema para quienes los poseen. Éste es el caso del cuento “El Cautivo” de Jorge Luis Borges, en donde el protagonista, ante la revelación de los objetos y las personas representantes de su infancia, decide regresar a lo que representa su pasado más cercano y mayor parte de su vida, el desierto.
En conclusión los recuerdos son representaciones de nuestro pasado que, en ocasiones, evocamos tratando de aliviarnos o de comprender nuestra estancia y situación actual. Los recuerdos son partes de nuestro pasado y quien no tiene pasado no a vivido.

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